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¿No querés perder plata? Cuidado con estos cuatro “sesgos” económicos

Los expertos llaman sesgos económicos cuando nos dejamos llevar por el entorno en el momento de comprar. Qué son y cómo combatir contra los “sesgos de la moda”, los de “la primera impresión”, “la presentación del producto” y “los números”.

¿Quién no se dejó alguna vez llevar por sus impulsos y emociones sin hacerle caso a las advertencias? Cuando hablamos de dinero pasa lo mismo, y es que los seres humanos somos muy emocionales: solemos tomar decisiones en base a instintos, sensaciones y percepciones. Si bien en algunos casos esta cualidad puede ser positiva, en muchos otros juega en contra, como al realizar compras.

La realidad es que cuando compramos cosas solemos caer en algo llamado “sesgo cognitivo”. Los expertos lo definen como interpretaciones erróneas de la información de lo que nos rodea. Al tener un punto de vista equivocado, esto afecta nuestra forma de pensar, emitir juicios y ejecutar tareas.

Si bien existen muchos, en especial en los tiempos que corren debido a la masificación del internet y el avance de las estafas y los correos electrónicos maliciosos, algunos de los principales son los “sesgos de la moda”, “de la primera impresión”, “de la presentación del producto” y “de los números”. A continuación, un breve repaso sobre cada uno y cómo combatirlos para no perder dinero:

Sesgo de la moda

El sesgo de arrastre, también conocido como efecto bandwagon (“subirse al coche”) o efecto de la moda, es un sesgo cognitivo que consiste en hacer y/o creer ciertas cosas simplemente porque muchas personas lo hacen y/o creen, sin importar la visión propia. En el ámbito económico y de consumo, aparece cuando algunos usuarios compran determinados bienes y consumen ciertos servicios porque muchos otros los escogieron. Los comerciantes suelen hacer uso de los típicos “productos populares” para aprovecharse de este efecto. La mejor formar de “solucionarlo” consiste en investigar las características del producto en cuestión y analizar fríamente si se adaptan o no a lo que buscamos, sin importar la opinión de las masas.

Sesgo de la presentación del producto

Otro de los fenómenos psicológicos más comunes en el entorno económico es el sesgo de encuadre, en el que una misma información presentada de manera distinta puede generar conclusiones también diferentes. Por ejemplo, será más tentador consumir una hamburguesa que sea un “90% libre de grasa” que comprar otra que “tenga un 10% de grasa”, aunque el porcentaje de grasa sea exactamente el mismo en ambos alimentos. Tal como sucede con todos los sesgos, en este caso hay que tratar de tomar una decisión racional basada en los hechos esenciales, no en las formas de expresión.

Sesgo de la primera impresión

A su vez, el sesgo o efecto de anclaje se da cuando confiamos demasiado en las primeras impresiones para tomar una decisión, lo que hace que “nos anclemos” en un único pensamiento o visión. Los comerciantes suelen utilizar este defecto en las rebajas. Si una prenda de vestir tiene un 30% de descuento con respecto al precio del día anterior, entonces parecerá “barata” porque cuesta menos que antes, sin importar la calidad de la tela, si tiene cambio o no, el talle, el costo de producción y un largo etcétera. Si sospechamos que estamos siendo víctimas del sesgo de anclaje, solo basta con tomarnos un tiempo antes de realizar la compra para analizar racionalmente toda la información disponible y pasada, no solo el último dato.

Sesgo de los números

Considerado uno de los sesgos más comunes en el campo del consumo y la economía, el del dígito izquierdo hace referencia, valga la redundancia, al efecto de juzgar un precio con base en los dígitos que se encuentran más a la izquierda. La diferencia de precio entre un producto de USD 20 y uno de USD 19,99 es de solo un centavo, por lo que nuestras finanzas no se verán afectadas por elegir el más caro. No obstante, inconscientemente tenderemos a optar por el más barato, ya que el dígito de más a la izquierda cambia “radicalmente” hacia abajo. Aunque pueda parecer bastante obvio, lo cierto es que la solución a este efecto consiste en tomar varios casos y realizar las cuentas necesarias para que nos quede bien claro que las diferencias de precios no atentarán contra nuestra economía personal. Los sesgos cognitivos en sí no tienen una “cura” debido a que todo depende de la capacidad de cada usuario y del tipo de fenómeno psicológico. No obstante, en líneas generales, los vinculados al entorno financiero y de consumo pueden ser menos dañinos si somos conscientes de ellos y tomamos decisiones racionales con base en hechos, no creencias.




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